jueves, 16 de mayo de 2019

Reservorio, recurso, estuche y vademécum


Hay algo en el deseo que tiene que ver con el sentirnos "sujetos", que nos reconozcan como tales. El deseo es acción y tensión, y la acción y el hacer, y tensionar un medio con el hacer, fue el motor que movilizó la obra de Gloria Montoya.
Recorro las salas del Museo Provincial de Bellas Artes y la muestra parece girar en torno a una obra como gesto fundante: Un autorretrato de Gloria del 55, de cuando la artista tendría unos 20 años. Este gesto de ordenar la muestra desde la centralidad de esta obra, por parte de la curaduría, es un modo de dar comienzo a una cronología. Me pregunto, cuál sería el comienzo, o las obras que ordenan la producción más reciente? Será ese 1955 un comienzo también para nosotros? O simplemente somos huérfanos vagando en un continuo de situaciones/fragmentos desperdigados de eso que llamamos arte reciente entrerriano? Diarios de viaje, diarios de vida, como muestra, es un ensayo sobre los orígenes.
Autorretrato: Y que hay en ese autorretrato? Hay una mirada y si pudiéramos meternos en la obra y ser esos ojos, veríamos la muestra completa (no es invento mío, hagan la prueba, agáchense al ladito y miren alrededor) y nos veríamos hacia el futuro, hacia 1968, pasando por 145 obras que componen la muestra, hasta llegar a una pieza con pequeños bastidores sobre un bastidor mayor, incrustados de tapas de lata de pinturas, y medias de nylon y pintura que desborda esos pequeños bastidores, que funcionan como cierre de esta primer etapa de producción de la artista.
Esta serie de obra (las que rondan el 67 y 68) están significativamente colocadas en un pasillo, en un lugar de paso, de mucha visibilidad en la planta del museo, pero no central, como si desde el diseño de montaje se nos sugiriera que eso no es un cierre sino un tránsito, un estado entre otros que vendrán.
Pienso: como le habrá dicho Gloria a esto que vemos, “obras”, “estudios”, “cosas”? Gloria me ve caminar por la salas y me dice que son “reservorios” o “recursos” para otras obras. Me la imagino produciendo sin parar “cajas de herramientas”, “estuches” “vademécum” y todo lo que implique no quedarse en un solo lugar sino generar procedimientos. Y le digo “si!”, porque ahí, en sus cosas, podemos ver su influencia en futuras generaciones de artistas de por acá y en sus pares generacionales. Todos nosotros sacando de sus estantes un color, una pincelada, una palabra, una textura.
Una imagen: Una niña arriba de un caballito mecánico dejándose llevar por el vaivén eléctrico. Pasan los 180 segundos que corresponden a la ficha. La niña comienza a sacudirse y a sacudir el caballito, hacia adelante y hacia atrás, llora, no quiere que se termine, simula estar ahí pero hay algo que ya no está.
Gloria trabaja en nosotros como ese caballito, no queremos que esa máquina se detenga, queremos seguir dejándonos llevar por el vaivén. Pero, corresponde a nosotros ponerlo nuevamente a funcionar. Que no caiga en el olvido de solo un recuerdo placentero. Debemos intentar desarmarlo, entenderlo, para así darle nuevamente brillo y brío.
Miento: hay una obra más, Gloria no nos abandona. Cuando estoy saliendo y firmo el cuaderno de visitas en el reflejo veo una obra de su serie Mujeres que me mira desde la biblioteca del Museo. Otra vez esa mirada, pero no ya de los 20 años sino de una Gloria del 85. Será hasta ahí el siguiente diario, del 68 al 86? Esta en nosotros, hacernos de pinzas y destornilladores y poner la maquina nuevamente en funcionamiento.
Diarios de viaje, diarios de vida. Obras de Gloria Montoya entre 1955 y 1968. Museo Provincial de Bellas Artes Dr. Pedro E. Martínez Curaduría de Guillermo Fantoni y Adriana Armando.