martes, 24 de septiembre de 2024

El todo y las partes

La muestra de Ekaterina se presenta como una máquina donde la pintura es uno de sus engranajes a la vista.

Siguiendo la metáfora fabril de la división del trabajo, los integrantes de determinado proceso de producción no podrían dar cuenta y desconocen de manera individual por completo todo el proceso. Así, en esa fragmentación, el herrero desconoce lo que hará la agencia de marketing y la agencia de marketing lo que hizo el diseñador industrial en su tablero, o a donde fugara totocaputeanamente el empresario los ingresos que se generen.

¿Qué le sucede a quien se atreviera a domesticar una orilla? Pues se vería en similares situaciones. Una orilla como totalidad difícilmente pueda vivirse sentirse habitar moldear o domesticar como un todo cuantificable. Sin embargo, y aquí el desafío que se propone Ekaterina es el de ir hacia una posible totalidad, así sea parcial y temporaria. Para tal fin suma a su proyecto a estudiantes universitarios, científicos, instituciones de fomento cultural, músicos y performers, malacólogos, becarios y al público en general que se acerca a la inauguración con una lata de cerveza en mano.

Ekaterina pinta sobre grandes lienzos con un verde flúo paisajes de las orillas del río Negro de Uruguay. Para recorrer la muestra es necesario entrar por la ochava de la sala y se produce un efecto inmersivo donde si vamos con los brazos estirados podemos ir rozando un lienzo con el otro. Colgadas del techo, sin tensar y a modo de pequeño paseo en miniatura, algo van develando desde su belleza y brutalidad. La orilla que representa, peligra. La muestra reclama a todos, partícipes y espectadores, un tiempo. De detenimiento y de acción a la vez. ¿Qué sucede con el tiempo presente, de urgencias, de deforestación, donde las islas del sur entrerriano se queman, donde el gobierno nacional reduce el presupuesto en políticas medioambientales?
Pues me animaré a decir que a las orillas ya las están, también parcial y temporalmente, domesticando.
Reformulo la pregunta desafiante que da título a la muestra: ¿Qué hacer con quien se atreva a domesticar una orilla?

---Sobre ¿Quién se atreve a domesticar una orilla? de Ekaterina Gelroth, curada Lucía Stubrin. Casa de la Cultura de Entre Ríos. Septiembre 2024

lunes, 16 de septiembre de 2024

El mundo es bello antes de ser verdadero

Agustina Maurice

Me vi buscando frenéticamente información sobre camuflajes, sobre si su uso es para pasar desapercibidos, o para parecernos a otra cosa, sobre la mimesis en animales y plantas, sobre camuflaje auditivo y olfativo, sobre el aposematismo, sobre el camuflaje ghillie del ejército argentino, sobre el Quantum Stealth y otras cosas varias.

Es que me dejé llevar. Nada me atrae más que tener algo a lo que aferrarme, así sea desde la incertidumbre. Tener un tema y sumergirme en ese tema sobre el que desconozco, y decir ¡Ésta es la llave!

Por un momento pensé que podía ser eso del camuflaje, es más: le pedí a un emisario que me averigüe qué pinceles usa la artista, porque hay algo en la pincelada y en la forma del pincel que permite ese efecto, de indefinición y redondeces en las formas.

Pero a veces esa llave de lo que podría ser una puerta de entrada o de salida, termina llevándome a un laberinto, y después de ese laberinto otro, y así.

En las obras de Agustina Maurice, el padre al cual se menciona en el corazón del texto curatorial, y que me cuenta el guía mientras recorremos la sala del museo: ¿Está camuflado o no está directamente?
En líneas generales, uno diría que no está salvo en la obra central, representado. Y tampoco está, siguiendo la idea de “Esto no es una pipa” de Magritte, ya que al fin y al cabo es pintura sobre papel, Pero para que algo “esté”: ¿Es necesario que se manifieste a nuestros sentidos? ¿No está ahí, en la manera en que hago las milanesas, mi abuela?
En la medida que la artista reanuda desde el presente su vínculo con el pasado, propone una manera de pensar ese pasado hacia el futuro. Reanudar, coser, remendar. Vivimos en un presente donde “soltar” sería un mérito y “sanar” un imperativo, donde “dejar el pasado atrás” y “no detenernos” sería lo deseable, donde el vocero presidencial dice “fin” y cierra con un punto y aparte sus comunicados en Twitter, cancelando toda discusión y disidencia, donde se nos entusiasma a rodearnos de quienes compartan nuestras “metas y objetivos”, que “trabajemos por nuestros sueños” porque “nadie lo hará por nosotros”.

Agustina va en la dirección opuesta, insiste, no quiere soltar nada ni ponerle fin, su objetivo es difuso y se va a detener todo lo que sea necesario. Vuelve una y otra vez, contra todo silenciamiento, hacia su propia historia que por tan íntima se vuelve compartida. Es que ahí veo también mi costado de la cama vacío, la foto familiar con la rompiente de ola y el faro, la crema bronceadora para el sol del balneario municipal, el cajón a medio cerrar.

Agustina no reflexiona sobre la muerte en general, sino sobre un muerto en particular; un muerto que se quitaba los zapatos antes de entrar a su casa, que cocinaba, que fumaba. Todas las metáforas sobre el transcurrir del tiempo, sobre el soñar, sobre la noche, sobre el agua en Agustina están presentes desde una singularidad. Es que siempre es una cuestión de tono. Se trata de rodeos. En un ejercicio de anamnesis, Agustina no sólo recuerda y reconstruye quiénes y cómo fueron sino quiénes y cómo podrían haber sido.
Cuenta con la potencia del después. La distancia le permite la insistencia.

Agustina Maurice

----Sobre El mundo es bello antes de ser verdadero, de Agustina Maurice en el Museo Sor Josefa de Santa Fe Díaz y Clucellas. Septiembre 2023

viernes, 12 de julio de 2024

Rota y en pie




Hay algo en la escala, en la gradación, en la miniatura, que nos maravilla. En que para manipular algo sean suficientes nuestras manos. En que de un solo golpe de vista sea posible hacernos de una totalidad antes que de sus partes.

En una tarea más próxima a la de un titiritero, Ángeles Rivero juega con las muñecas de la muestra “Rota y en pie”. Juega con ellas, pero a sus espaldas. No se ven entre sí a los ojos. Se comunican sí, pero no con la comunicación que desde la norma se nos impuso.
Ella va y viene desde la invisibilidad a la performance. Juega al anonimato, NN, ningún nombre, o desconozco el nombre. Me encanta esa definición, no es lo mismo no conocer que no tener. Sigue un linaje muy delgado hacia Emily Dickinson en su poema “Yo no soy Nadie! ¿Quién eres tú? / ¿Tampoco eres Nadie tú? / Ya somos dos - ¡Pero no lo digas! ¡Qué tedioso ser Alguien!”

Las muñecas sí son “Alguien”, Ángeles las llama minitas, un “alguien” colectivo y al menos en los videos que componen la serie, son mudas. ¿Nunca hablaron, o por algún motivo perdieron el habla? ¿Su silencio es temporal? Además de darles nombre y movimiento, ¿Podrá Ángeles darles voz?

El silencio puede ser selectivo, limitado a ciertos lugares. Algunos como yo, cuando estamos frente a una cámara y nos apunta, hacemos silencio.
—Courtney está en la playa, intuyo que hace frío, pero ella luce desabrigada, con botas rosa, tanga celeste y capita Sailor Moon. Dobla una pierna, la otra, se arrodilla, se frota, cae, reza, da unos pasos, y se desarma. ¿Está entrando en calor? En los segundos finales, Ángeles flexiona las rodillas de Courtney con fuerza e insistencia hasta que se ve el interior de cartón encolado de la muñeca.

—Martirio está maquillada y sus brazos son largos. Tiene de fondo un gimnasio y ella está próxima a una escalera. A diferencia de Courtney, esta vez Ángeles acompaña los movimientos de Martirio. Parecen ya, casi, una sola. En el minuto 1:41 algo sucede, su brazo que estaba ya caído y su sombrero, vuelven a su lugar.

La melancolía es silenciosa, el estupor produce silencio. El silencio puede ser fruto de un trastorno, no todo silencio es voluntario. A quienes tienen problemas de sueño o apneas se les aconseja cerrar los ojos y escuchar su propia respiración, en silencio.

—Rita es físicamente más grotesca que Martirio. Está también al aire libre como todas y sus movimientos son más bien de contorsión. Flota en el aire sobre los brazos de Ángeles. No toca nunca el suelo. En cierto momento se le desprende una ¿pierna?


La melancolía es una tristeza vaga y profunda e insistente. Pienso qué vínculo puede haber con el nombre de la muestra: “Rota y en pie”.

—Matilde a diferencia de Rita, Courtney y Martirio se para sola. Con algo de ayuda, pero sola. Una de las maneras de aprender es imitando. Da unos pasos, mueve sus manos, titubea, y se mantiene en pie.

En la afirmación de los nombres y los estados de los cuerpos (rotos y en pie), estaría también su disolución: “Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. Yo es otro,” dice Rimbaud en “Cartas al vidente”.

Si entendemos al mundo como un teatro, y que la vida es sueño, las minitas representan su papel de sueños dulces y pesadillas. Nos darán consuelo, llenarán un vacío, iluminarán nuestras labores diurnas, bailaremos con ellas en palacios de cristal y pediremos su mano. Aunque también quebrarán nuestros huesos con sus dedos, las nombraremos inconscientemente en estados febriles y nos serán indiferentes llegado el caso.
Ángeles las nombra como “objetos antropomórficos”, yo prefiero decirles muñecas. Y las muñecas tal vez, aunque rotas, nos sobrevivan. Nuestro transcurrir en el tiempo con ellas no se limita al aquí y ahora. Leí que el cartón se desintegra en un año, y que conservado correctamente puede durar un montón. Ojalá en un futuro alguien con el don de la magia (o la ilusión, que para el arte no necesitamos mucho más que eso) las saque de su vida interior, reviva sus colores, enmiende su articulaciones y las vuelva a poner en movimiento.

-----Museo Municipal de Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas” muestras “Rota y en pie" de Angeles Rivero. San Martin 2068. Santa Fe. 2024

sábado, 9 de diciembre de 2023

El mar adentro de un caracol


“Demasiada comunicación en un gesto, sin una conversación o noción” dice Bryan Ferry en Avalon, canción que da también título al disco de Roxy Music de 1982. Un romance y una despedida. El fin de la fiesta como el fin de una época. Es 17 de noviembre de 2023. Dos días después se dará el ballotage más extraño que haya vivido. Me aferro a los susurros y a lo pequeño. Abro la cancela, golpeo la puerta, miro hacia arriba y saludo a Flor. Subo las escaleras de UV Santa Fe por primera vez. Primero, un descanso, a la derecha una habitación de estudio, al medio y hacia la izquierda la cocina. Al final del pasillo, por pequeños agujeros que hacen de cortina, se insinúa la muestra. La corro y entro. La luz roja intensa produce una monocromía sobre las obras que como orillas, se abisman. Avalon, lugar mítico dónde descansa Arturo al cuidado del hada Morgana. También conocida como Islas de las manzanas. Manzanas rojas como la luz de la sala. Cálida como el deseo y el erotismo. Gélida como la inquietante distancia. Un póster de un personaje andrógino que parecería de peluquería, o tintura para el pelo, con incrustaciones y aire cyberpunk. La descarga de Gost in The Shell en una web diseñada a fines de los 90. Una madera ensamblada con hierro y al final la fibra de vidrio de un pie de maniquí, o algo así. Todo esto lo sugiere el tacto. La materialidad es apariencia, los ojos no dan precisiones. Hay una clave, la posibilidad de tocar. Se sabe tocando. Y se escucha. Hay música en la sala. O algo como un sonido. El sonido que percibimos desde el vientre materno. El primer contacto que tuve con el mundo fue tocando y oyendo.

Me gusta pensar desde aquí, bah no podría hacerlo desde otro lugar. Me siento entre libros y al azar en un catálogo de museo una frase de Nicolás bourriaud que dice algo así como “los artistas actuales tienen la tarea de..” y automáticamente dejo de leer. En realidad sigo leyendo, pero me bloqueo y me pongo a la defensiva. Con que cara podría decir alguien en voz alta cual es la tarea de un artista? Por más loable y noble que sea esa tarea. No quiero para ningún artista una tarea, una misión, un objetivo. Quien quiera tenerlos que los tenga.

Y aquí vuelvo. Hay un tocadiscos que no suena, con cochas marinas piedras y hueso calcinado. Hay un cactus bebé saliendo de un enchufe. Hay un talismán y un aro de cobre. Hay una segunda cortina, además de la primera pero esta vez ciega, sin transparencia y con signos rituales. Encuentros frágiles. Con leves puntos de apoyo, agarrados de alfileres o sujetos a la ley de gravedad.

Las cosas ya no se ven. Se tocan, huelen, vibran y resuenan.


El domingo post ballotage, ya cuando cayó el sol y sube la melancolía, leo a Kevin Jones “Voy a subrayar e insistir. No tengo ganas de verme con nadie en la calle ni de que acá comience ninguna resistencia. Tampoco de que me digan que no me rinda. No quiero entrar en ese nadie de la frase acá no se rinde nadie.

Quiero estar fuera de acá, al borde de nadie, fuera del no. Quiero ver qué hay ahí, si algo diferente o extraño al vacío que resuena en aquellas frases. Incluso si fuera más vacío, quiero saber cómo es la duplicación del vacío, qué hay cuando no hay, cómo se sale de acá, como se es por abajo de nadie”

Carlos Bugnon, en UV Estudios. Noviembre 2023. Santa Fe

domingo, 29 de octubre de 2023

Porque tienes que bailar, este pasito tun tun



Una buena cumbia para mí es la que dice “Que me den un beso / que me den un beso / que me den un beso / pasito tun tun” ¡Qué hermosura! yo también quiero un beso en la noche, yo también quiero entrar a una muestra motivado como con las palabras de Leo Messi a su equipo en la final de la Copa América: “no existen las casualidades muchachas, saben qué? esta copa se tendría que haber jugado en argentina y dios la trajo acá, dios la trajo acá para que la levantemos en el Maracaná muchachos para que sea más lindo para todos así que salgamos confiados y tranquilos que esta la llevamos para casa.”
Con esa actitud me gusta ir a una muestra, es super mentira lo de que es gente estirada tomando champagne o vino en vasos de plástico. Va en cada uno igual. Yo por mi parte me lo tomo así, me excito, me compro cervezas que escondo en los bolsillos de la campera o de las bermudas cargo.
Y más cuando es gente amiga! y más cuando es Una buena cumbia!
“Porque tienes que bailar este pasito tun tun” Pero que labios besar? viene a mí a partir de la última palabra del texto curatorial de la muestra firmado por Valentina Bolcatto y Victoria Ruiz Diaz: revolución.
En Les Levres Nues, de 1956 se publica “Métodos de tergiversación” firmado por Guy Debord y Gil J. Wolman. En el mismo detallan “Toda la gente avisada de nuestra época está de acuerdo en que el arte ya no puede justificarse como una actividad superior, ni tampoco como una actividad de compensación a la que uno puede entregarse honorablemente. La causa de este deterioro es claramente la emergencia de fuerzas productivas que precisan otras relaciones de producción y una nueva práctica de vida.” para luego mencionar un metagrafo que trata sobre la Guerra Civil Española, la frase con el sentido más claramente revolucionario es el fragmento de un anuncio de pintalabios: 'Los labios rojos son bonitos. Esos labios quiero para mí. Todo esto para decir que… podría pensarse un situacionismo XXI fluvial?
La cumbia y la muestra, lugar de tergiversación y desvío, de geografías psíquicas, donde los recorridos no estén pautados sino dispuestas para su experimentación y vagabundeo.
“Todos están bailando, todos están gozando, pasito tun tun” bajo las escaleras de La portland y me recibe un cartel que dice APRECIO POPULAR, y ahí van los primeros juegos de palabras, los primeros dobleces, doblo a la derecha y me ilumina otro pasacalle que dice cual declaración de principios SER NADIE TAMBIEN ES SER LIBRE. En Una buena cumbia las identidades y autorías se disuelven, nada es de nadie y todo es de todxs. La disposición de las piezas así lo manifiestan. Obras reunidas cual altar rutero, obras reunidas cual tendal de feria. Calzones con estampas, remeras alteradas, bolsos de compras que dicen GRACIAS POR SU COMPRA, canoas fileteadas, carrozas acuáticas. y debajo, debajo sale olor a choripán de la parrilla.
En Los conductos, película del colombiano Camilo Restrepo, un joven outsider trabaja estampando con serigrafía primeras marcas en toallas y grandes telas de dudosa procedencia. El sistema me sorprende por lo aceitado, implacable e inclaudicable. Forma y ritmo. Una voz en off que narra una disociación entre presente pasado y futuro, entre el aquí y allá, entre conciencia y desvarío.
Una buena cumbia, produjo en mí algo similar a Los conductos, ¿Cómo son los procesos de producción de obras de autorías colectivas, y de autorías expandidas? Pues no tengo la respuesta, ni espero tenerla. Suena el tun tun del pasito tun tun, y quiero que me den un beso, ¡un beso tun tun!

--Una buena cumbia. de Cesar Bernardi y Mantera Galería, con curaduría de Victoria Ruíz Díaz y Valentina Bolcatto en La Portland. Paraná, Octubre 2023

domingo, 30 de julio de 2023

Tu cuello huele delator


Las cinco obras de Amanda Tejo Viviani que conforman “La trenza” su muestra en Púrpura Galería de la ciudad de Santa Fe están montadas en círculo colgando con tanzas desde el techo en el centro de la sala, mirando hacia afuera. Pueden verse así, cada una de un tamaño diferente, como un todo escultórico, rodear el diámetro de aproximadamente 3 metros que posee. Las obras se dan la espalda entre sí, y por los espacios entre unas y otras podemos ver los dorsos, las varillas del bastidor, el lienzo blanco. Es un pentágono, compuesto de lados pero sin vértices, que no hacen esquinas.

La disposición nos permite ver también, si hay alguien más del otro lado, podemos ver sus pies, sus piernas, es como una danza de arremolinar el agua, o un tornado. Un carrousel en el cual, entre obra y obra, se puede filtrar una mirada. Fijar los ojos, entre los ojos de los rostros que aparecen en las obras, en los de alguien más que puede estar ahí.

Me pregunto quiénes son lxs retratadxs. Hay un aire de nostalgia, mezcla de pasado y presente, son Maya Hawke y Graciela Dufau, son Liv Ullmann y Tita Merello, son Gena Rowlands y Graciela Borges. La lista podría seguir, un plano medio de personas que fuman y esperan con collares de perlas, peinados a lo garzón, o con corte bob o mullet de colores, ropa holgada, delineador de cejas, hand pokes, piercing y labial raven. Busco a la artista en google y me percato, relacionándolas con otras piezas, que lxs personajes que forman parte de las obras de La trenza están con la boca cerrada. Son como telepatas, Charles Xaviers insomnes de frondosas cabelleras.

Le pido a César director junto a Lali Martínez imágenes de las obras y de la sala para refrescar la memoria. Los archivos que me manda por mail tienen nombres llamativos. No se si son los nombres de las obras, o las maneras de nombrar los jpg: “lafuga” (así todo junto), “la insoportable”, “sin título”, “mirando mil muertes frente a mi”, “todo lo q ella me dijo”. Celebro eso, la incertidumbre sobre lo que se ve, la anti PDFización de las muestra, de la anti statementización de las trayectorias, la deshomogeneización de los modelos expositivos.

Las escenas nocturnas de las obras, la luz escasa que ilumina los rostros me recuerdan el refrán que dice “de noche todos los gatos son pardos”. La trenza comienza a moverse sobre si, estamos a merced del engaño y por él nos dejamos llevar. Miradas speed, que en la superficie de las pinturas montadas a la altura de los ojos, producen un efecto hipnótico. “No hay banda, y sin embargo hay una banda”, el mismo telón que se abre en Mullhonad Drive de David Lynch. Se desatan tormentas en los sueños y los telones se desvelan. Instancias de pasajes de unos mundos a otros, en un tiempo ausente. La extrañeza de una cinta que suena al revés. La máquina de humo. El éxtasis de aferrarse a una butaca. Un tatuaje de lágrima que cae por la mejilla El relato no lineal que se desdibuja: es aquí mismo, pero diferente.

"La trenza” exposición de Amanda Tejo Viviani en Púrpura Galería Irigoyen Freire 2264. Santa Fe Capital. Muestra en colaboración con NN Galería de arte. Junio 2023

Texto publicado en Revista Jennifer

Cáscaras de naranja aromatizan el mate



La muestra Trópico Canguro es, para sus visitantes, un juego de imaginación. Canguros en el trópico. Un trópico que no es el de cáncer ni el de capricornio. Se descubre una nueva constelación canguro. O la ductilidad de lxs artistas de saltar de un lado a otro, de desplazarse. Es Caetano cantando Black or white o Come as you are. El canguro empieza a refinarse.

Santiago Villanueva dice, en el texto curatorial, que dijo Gumier Maier que dijo Lezama Lima: “Sólo lo difícil es estimulante”. El mismo Gumier Maier que, en Avatares del Arte, en 1989, decía: “Cosecha adeptos el estomaguismo”. Ese estomaguismo lo siento más vigente que nunca. El arte no es ajeno a los nuevos tiempos en el que todo es a los bifes y rápido, o rosca y rosca. Bah, tal vez el algoritmo me conoce y sabe que miro el celu para ver cómo implosiona un submarino hecho con IA, o parrilleros preparando chinchulines, o como contraer deuda saludable en vez de deuda negativa. Y que hice de todo eso un mundo. En fin, lo que quiero decir es que a lo difícil hay que ir, que no está al alcance de la mano, que ya implica un esfuerzo ir hacia lo difícil.

Pensar un Trópico Canguro estimula la mente, el cuerpo, y los sentidos. Todo junto.

Me volví fanatico del CTRL+F. Busco en el texto de la exposición la palabra pensar y está cuatro veces; la palabra arte y está tres; la palabra obra, diez. Así me puedo pasar ratos reordenando, entretenido buscando, como en un ejercicio oulipiano, pensando sinónimos, haciendo de cada obra un poema.

La muestra es un encuentro de disímiles: hay una cita de Ursula Le Guin en la que piensa a la bolsa como un encuentro-contenedor de lo fundamental impensado; y hay otra de John Berger, “La bolsa en cuestión es una pequeña bolsa de resistentes. Una bolsa se forma cuando dos o más personas se ponen de acuerdo y se unen. Se unen para resistir contra un nuevo orden económico mundial que no puede ser más inhumano”. ¿Y que más inhumano, y retomando a Gumier, más estomaguista, que ver en la pantalla a un candidato a presidente diciendo que la venta de órganos es “un mercado más” o que “si yo tuviera un hijo no lo vendería, (pero) quizás de acá a 200 años se podría debatir”?

Las paredes de la sala de La Portland pintadas de blanco parecen derretirse al piso cubierto de nylon negro y pintado de blanco con las manos, o a la inversa, del piso patinoso se densifica y homogeiniza hacia las paredes. La pared vidriada de fondo de la galería se funde con el río Paraná, que cuando baja el sol, sus contrastes, se vuelven sutiles.

Lo barroso, lo difuso, lo sensual de lo sugerido, los ángulos borrosos, es algo muy de acá, escrito desde Paraná. La obra de Victoria Ruíz Díaz abre la pregunta del ¿cómo vemos? por sobre el ¿qué vemos? El montado con bisagras y vidrio permite miradas al pasar, dobleces de frente y dorso que vuelven indefinible saber cuál es cuál. En Federico Roldán Vukonich las superficies de sus obras hechas de papel maché se sienten porosas, con unos rulitos de metal que se asemejan a cascaritas de naranja secadas al sol para aromatizar el mate.

Gonzalo Fuenmayor presenta trabajos en blanco, negro y grises: hay un video escondido en el patio de la galería de unos pies calzados con unos ananás calados que bailan en loop y se desarman en cada paso. Moriremos, pero moriremos bailando.

¿Y entonces? Me voy a contradecir. Las dificultades hay que ir a buscarlas, pero a veces también llegan solas. La cuestión es, en la medida de lo posible, reconocerlas.


TRÓPICO CANGURO
Gonzalo Fuenmayor / Federico Roldán Vukonich / Victoria Ruíz Díaz
Curador: Santiago Villanueva
La Portland. Paraná Entre Ríos. Mayo 2023

Texto publicado en mal.ar

jueves, 16 de febrero de 2023

Confiemos que mañana al despertar seguiremos aquí

Cuando visité el taller de Gabi Benedetti me dí cuenta que había algo en mí que necesitaba confirmar. Pasamos pocos minutos frente a sus cuadernos de dibujo. Un viaje de 4 hs de ida y 4 de vuelta de Paraná a Gualeguay por sólo media horita fue más que suficiente. Porque uno cuando piensa intensamente en algo es como que se concreta. En la radio pública de mi ciudad pasado el mediodía, hay un programa de espiritualidad donde aconsejan por un momento no hacer nada, cerrar los ojos, dejarse llevar por la respiración y absorber la energía del sol. Estoy en esa, poder vivir también de fantasías y atar cabos para volverlos a desatar. Hacer caminos para desandarlos.




Gabriel hacía cosas con plastilina y pegatinas y módulos de papel. Una obra que no terminaba nunca, o que sus límites eran difusos, porque montaba la plastilina al borde del río Paraná o en la zona del Delta en lugares inhóspitos y hasta de imposible acceso. Eran obras hechas para que solo sean vistas por el río y la intemperie, dejando que la naturaleza las impregne de rocío, de arena, de musgo, de hormigas. Montículos de masa colorida, palitos como de helado enterrados, bolistas de barro hechas con los dedos. Luego preparaba con cinta transparente tejidos entre las ramas de los árboles y dejaba que se adhieran las hojas que pasaban volando. Una telaraña del azar y del viento.

La primera vez que trabajé con Gabriel fue en una muestra en el Museo Sor Josefa de Santa Fe. En aquel entonces, además de las plastilinas, hacía unos juegos de papel como origami, reciclando y recortando revistas dominicales o de moda que pegaba en su ciudad y en cualquier lado. Tenían algo parasitario en su despliegue: siempre el mismo tamaño, siempre en disposición vertical y horizontal, siempre en expansión. Eran como los alienígenas del Gálaga, en su irremediable avance hasta cubrirlo todo.



Obras inconclusas, infinitas, sin orillas. La limitación y potencia estaban dadas por lo acotado de los recursos, y por el espacio que habitaban esos pliegues. O por el tiempo y ganas del artista, entre tarea y tarea, continuar la obra.

Aquí pienso, ¿Son obras inconclusas? En proceso? o apenas están comenzando, insinuandose? Frente a las corridas inflacionarias, donde “si te dormís sos cartera” y se nos impulsa a “tomar las riendas de nuestra propia vida”, Gabriel toma la tangente, decide volantear e irse, dejar que las cosas se resuelvan solas sin mirar por el espejo retrovisor.



Con la media luz de su taller me dispongo a ver unos 20 cuadernos desplegados sobre el tablero de trabajo, Son cuadernos pequeños y de diferentes formatos próximos al A5 o A6, algunos industriales, otros del tipo artesanal, cosidos y abrochados, con tapa blanda y dura. trabajados principalmente con microfibras, marcadores y algunos pocos con témperas o acuarelas llaman la atención que solo utiliza las primeras quince o veinte páginas. No tienen título ni portada, son situaciones cotidianas, o que uno sentiría de espacios familiares: patios, plantas macetas, interiores semi cubiertos, paisajes vistos desde ventanillas, al pasar, de reojo. Me pregunté Cuando los va a terminar? pero tal vez la cuestión pase por cuando empezará uno nuevo?
Gabriel nos propone con sus cuadernos dejar cosas para mañana, postergar. Confiar en que nos vamos a levantar mañana y las cosas seguirán ahí y que no necesitan de nuestro cuidado. Que les soltemos la mano, que crezcan solitas jueguen se multipliquen o devoren a sí mismas.






El formato libro por su condición, propone una linealidad temporal donde llegada la última página, la historia termina. Esto que podría ser angustiante, pero también liberador, Gabriel lo deja en suspenso: No es su tarea, su oficio no va en ascenso, no construye ningún clímax o está creciendo.


Estoy viendo Tár, la película de Todd Field con Cate Blanchett. Luego de una larga introducción donde un entrevistador cuenta al público de un auditorio la biografía de Lydia Tár, al momento de tomar ella la palabra, Lydia dice que lo que le llama la atención no es la extensa de su trayectoria sino lo diversa, y que vivimos un tiempo donde lo diverso en la producción propia está en crisis y que vivimos en un tiempo de especialistas. Qué pasa con estas afirmaciones en la práctica artística de esta periferia de periferias, provincia del litoral argentino?



Me descargué las edición de las obras completas de Juan L Ortiz en PDF. Busqué la cantidad de veces que aparece la palabra Gualeguay. Doscientas cuarentayocho me dice la lupita después del Ctrl+F. Inmediatamente después cierro el archivo. No tiene sentido, porque Gabriel nunca me lo mencionó a Juan L, salvo una vez que aparecieron unos dibujos de su supuesta autoría y dudosa procedencia. Entonces cómo puedo insertar, o desde qué lugar forzar, un discurso que en la obra no hay? a quién le sirve? No estaría yo haciendo lo que preocupa a Lydia, el tiempo de los especialistas, así sea como en mi caso, del cualquierismo? en fin. ¿Qué nos diría Gabriel? “que lo resuelvan los demás”. Siempre hay trampa, ya sea por izquierda o por derecha.