Me compré una pelota de Voley y la escondí en el bolso, porque siempre fui, y así me conocen, “el jugolero”, el rey del chingi chingi, o tinki tinki o no se como se dice, porque me hice de barrio de grande, y porque lo leí solo una vez en un álbum de figuritas de un amigo y me dio vergüenza pedírselo nuevamente.
No va que acá no hay nadie y el bañero-locutor, un hombre generoso, que este como todos los años despide a su familia y besa a sus hijos para salir en busca del sustento anual, se puso a jugar al voley conmigo, y de golpe, como estaba el locutor-bañero, que tiene buen lomo, no por mi, se lleno de mujeres, algunas ya madres, de mallas menos osadas, con chicos, de 6 y 7 años, salen los mozos con los descartables llenos, haraganeando, tratando de zafar el rato, rascándose con disimulo.
Que linda que es la forma de un corazón hecho con las manos, uniendo pulgares y doblando los índices, la canción que dice: yo nací para ti, mi niña bonita, y que dice ¡acá hay amor, amor, amor!
Están todos en una ronda, ocupando el predio bajo una forma simétrica, de esas que se ven en las fotos del espacio, y nos levantan, nos miran desde la parrilla los maridos celosos, y entre palmas nos tiran a la pileta echa de placas, azulejos y materiales varios, una grieta en la tierra pintada a brocha de celeste y con agua como lava, luego, arrastran la piedra que hacia las veces de cascada, despacio, de a poco, todos se van sumando a la cruzada, hasta que el triunfo, lleno de júbilo, se vuelve oscuro, y lo que eran risas y alegría, ahora es melancolía por los días hermosos que estaban haciendo y el tiempo perdido, nosotros, debajo en lo profundo, entre cloros y broches del pelo, restos de ojotas mordidas por conejos, sumergidos en los recursos y recuerdos del mundo, capas geológicas, imágenes de libros de escuela, donde el planeta esta calado como sandia, con la corteza todavía gris, el manto que ya se puso de un naranja y el medio cada vez mas rojo, retumba todo abajo, hasta los pensamiento de los niños que son los mas difíciles de descifrar, se escuchan e interpretan con facilidad desde acá, mientras arriba ya se desmadro el circulo.
Es que la canción esta terminando y cada uno vuelve a lo que estaba haciendo, alquilando flotadores, comprando la carne, las mujeres dale que dale a la lechuga y los tomates, y ahí quedaremos mi bañero-locutor, y vamos a ver por las rendijas a la gente que pasa y cada tanto nos van a tirar un sándwich, con suerte de queso, si es que se acuerdan, y algún vivo que nos tira una cabeza de pescado muerto, empapado de vinagre con un palo de escoba, toda la mota despeinada, sacamos la mano, y con el palo, escarbamos buscando si quedo algo de los asados y rascando los huesos, como esos perros que andan entre las mesas y que los encargados echan la culpa a que los dueños fallecieron y que se acercan por acá porque están completamente solos y hambrientos.
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