lunes, 31 de diciembre de 2012
Clang, clang, clang, parecia el fin del mundo
Tengo una hermosa anécdota que contar que
sucedió para esta misma altura del año pero del año 1994, cuando tenía catorce años y usaba una remera del
demonio Taz debajo de una camisa sin mangas de jean abierta, pensaba que era el rey del planeta, iba por la
calle para el lado del puerto viejo con dos amigos mas y de golpe en nuestra cara se bajaron de una traffic unas mujeres tremendas, manejada por
un chofer tremendo de la música, mujeres altas y furiosas de calzas
negras con un cierre hasta el cogote con los ojos ultra rojos de un rojo
que solo ven los perros o los organismos unicelulares, empezaron a
tirar paquetes de pucho de una primera marca de 20 para arriba, la tiraban a la que te criaste, como con verguenza sabiendo lo que estaban haciendo, nos llevaban medio metro, tenian un canasto con flores y puchos, clang clang clang, parecía el fin
del mundo del pucho. Desde ese día empecé a fumar cada tanto, para que
mi madre no se preocupara tanto por mi salud, un pucho.
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