En estadística, la Ley de los sucesos raros define eventos donde el número de pruebas es muy alto y la probabilidad de éxito muy baja. Por ejemplo, si se lanza 500 veces una moneda ¿cuantas veces podemos suponer que el numero de “caras” estará comprendido entre 239 y 261? Este cálculo de relativo valor para las matemáticas posee su potencia filosófica justamente por soportar su improductividad, si algo existe o eventualmente puede ser, merece ser pensado. Así es como las personas podemos rendirnos ante la pregunta por las cosas o cultivar la duda inventando ideas para acercarnos a ella. En tanto Heisenberg formula el principio de incertidumbre explicando el mundo microscópico, Stephen Hawking anhela una teoría para unificar las fuerzas cósmicas presentes en el universo. Del mismo modo, la biología ensaya explicar el origen de la vida en el azar y la necesidad mientras los seres humanos asumimos metafísicamente el sinsentido de todo y la absoluta soledad de la propia existencia. Desarrollamos la conciencia acompañada con la aparición del lenguaje, la intencionalidad y la autorreflexión. Nos preguntamos por el alma y pedimos S.O.S. por ella (Save Our Souls) Indagamos la relación entre la palabra y el cerebro en pacientes con daños en el área visual del lóbulo occipital que responden con precisión a cuestiones que solo podrían ser vistas. Accedemos, a través de los sentidos, a la percepción de lo que no podemos ver. Conocemos la emoción en cada una de estas experiencias y transcribimos esa impresión a palabras, las escribimos para sustraerle a la muerte algo más de vida. Estudiamos el origen de nuestro planeta por la tendencia de la materia a unirse para crear otro cuerpo, nos reconocemos en ese acto y en el deseo de relacionarnos para conquistar algo nuevo. En el principio, durante y después, hay poesía.
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