La cosa fue así y hay gente que
no me dejará mentir: en esa época todavía se le decía Laguna de los curas o Lago
de los curas.
Yo solía ir con mi hermano a
reventar sapos a pedradas, saltábamos vestidos de indios y agarrábamos palos,
nos pintábamos insignias, y estrellas, tomábamos agua de a traguitos... fue lo más
parecido a un explorador que pude estar en toda mi vida.
Por aquellos lugares jamás vi
un cura, pero como había una capilla cerca y se decía que los curas criaban ahí
caballos, animales de pastoreo y plantaban árboles frutales, le pusieron ese
nombre a la laguna para atraer al turismo religioso y darle un toque pintoresco
a la región.
Una vez me fui hasta un pueblo
porque una novia me había dicho que era re lindo y resultó que ese pueblo era
horrible (por lo menos el día que yo estuve) y formaba parte del recorrido de
turismo religioso y era un bajón importante, encima ya era de tardecita y me
tuve que comer una noche entera en ese lugar pasado de frío.
Me gustaba ir a la oficinita
que había atrás de la capilla, que estaba cerca de la laguna, para colgarme
leyendo unos libros viejos de actas de nacimiento del año 30, trataba de
encontrar a mis abuelos o familiares lejanos, tejer historias de pueblo y
fantasear con liceos, seminarios e internados.
Bueno, entonces fuimos con dos
amigos a hacer el recorrido por el arroyo que desembocaba en un diquecito
perdido con la vigencia en baja porque ahora traen el agua de otro lado, de
camino estaba el famoso Lago de los curas, queríamos tirarnos al agua en
pelotas porque no iba nadie.
La cosa es que ya lo habían
pensado antes que nosotros: Carbón y Hueso.
Ese día tuvimos que pasar de
largo, nosotros éramos mucho más jóvenes y teníamos vergüenza de nuestros
cuerpos, así que nos metimos un toque, compartimos trago y seguimos camino.
Luego de eso no volvimos por un
tiempo, pero, nos contaron que unas semanas después se estaban bañando en bolas
Carbón y Hueso y de golpe apareció una procesión de monjas o laicos consagrados
o personas que dirigen escuelas privadas religiosas.
Ellos no se imaginaban que por
ahí podrían pasar unas monjas, y para disimular se hicieron pasar por estatuas,
y se quedaron quietos en unas poses de lo más raras porque la única vez que
vieron una estatua fue en una revista vieja.
Como tres días estuvieron
tiesos, porque resultó que las monjas se quedaron a acampar, sacaban sanguches
y gaseosas y anafes y mecheros, llevaban cosas para un año entero y los vagos
aguantaron, aguantaron, tres, siete, veintitrés días de lluvia y granizo y
fuego y se solidificaron y su sangre se fue secando y la piel se les fue
secando y sus corazones se fueron secando y luego al resto del cuerpo, una vez
seco el corazón, le fue más fácil secarse.
Y las monjas se fueron y ahora
hay dos estatuas: una de carbón y otra de hueso.
Al recorrido al dique lo
hacíamos todos los años tipo ritual, este año en particular no porque se largo
a llover fiero y no llevábamos las zapatillas adecuadas.
para Blanco Fanzine editado por La Sociedad de los Poetas Albinos #1
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