Hace unos años con una máscara blanca hecha con sábanas robadas de mi
sueño eterno, espanté de su casita un perro ciego que dormía en su sueño
eterno.
Y con
esa misma sábana blanca, comencé a espantar a todos los demás y comencé a dar
vueltas y luego me metí en la casita en la que dormía aquel perro su sueño
eterno y también me dormí.
Y soñé
que volvía al patio de casa que daba a un campo al cual íbamos con los aire comprimido
cargados, colgados en el hombro, mientas papá dormía también su sueño eterno.
En ese
campo no había latas ni piedras, ni frutos de cáscara robusta a la cual
disparar. Era como un pequeño desierto y el único blanco al cual disparar era
a nuestros recuerdos. De a uno primero, errando lejos, y luego, ya más
certeros, fuimos borrándolos a todos.
Comenzamos
a los tiros con el espacio y el tiempo, borramos calendarios y horarios, las
fechas de nuestros cumpleaños, el día y la hora en que te vi por ultima vez, la
fecha de nuestros santos, las fechas de feriados importantes en nuestro país,
las fechas de vencimientos, las fechas importantes para nuestro corazón, y el
día y la hora en que debía pasar a buscar a mi hermano por el club antes que
oscureciera, y el día y la hora del bautismo de mi sobrino y la hora en que
entregaban el diploma y la hora en la que se esconde el sol y en la que sale.
Y luego
animados borrábamos los colores y los olores y los sabores y lo cálido y lo
frío y todo lo que estuviera referido a lo que pudiéramos percibir con nuestros
sentidos. Y de a poquito no nos quedó nada, y no quedó ni siquiera lo que nos hacia mal y
mucho menos lo que nos hacia bien.
Y
entonces sin recuerdo y sin sentidos nos perdimos en ese campo y nuestros
padres y nuestros vecinos y nuestros representantes salieron a buscarnos
cargados de fotos y audios y boletines y diarios viejos y cartas de amor y
notas para avivar nuestro recuerdo y platos de comidas y bebidas y luces y
sonidos y fuego y agua y aire y tierra para avivar nuestros sentidos y nos
siguen buscando y de aquí no nos hemos ido y
aquí estamos todavía cubiertos con esa sábana blanca con la que espanté
al perro, enredados y sumergidos entre los pliegues eternos de ese sueño eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario