martes, 14 de agosto de 2018

Mi colección de cuchillos Guinsu


Mis idas a Santa Fe siempre son de super vueltas combinatorias de gentes y lugares: En moto hasta la terminal, en la terminal el cole hasta Santa Fe, de ahí a Fuga a llevar libros, de Fuga al Foro de la Unl a encontrarme con artistas, del Foro de la Unl a lo del Ale a ponernos al día, de lo del Ale al Museo a llevar libros, del Museo a la terminal, de la terminal a la moto, de la moto a casa.

Cuando vuelvo en la moto las imágenes y palabras de esas cuatro horas se condensan y algunas quedan por días reverberando, a diferentes escalas, a diferentes intensidades, algunas me guardo para mí, otras las comparto bajo la forma en que quieran hacerse visibles.

La primer estación aquella vez fue la visita a Populisima de Nicolas Bassi: una muestra que te traslada a un tiempo pasado, espectral, pero de una fantasmagoría de diferentes capas, como si Casper se hubiese comido a Casper y a su vez a otro Casper y por ser transparente pudiésemos ver su interior, atravesado por veladuras que no pudieran esconder su interior.

En casa, había cosas que se aprendían por vía materna y otras por vía paterna: de papá heredé y el heredó de su padre, mi abuelo, mozo de hotel, el arte de la presentación de platos, doblado de servilleta y pelado de frutas y verduras. Cuando papá quiere sorprendernos, pela de maneras extrañas una naranja, o un tomate, o una zanahoria, dobla las servilletas de papel y los fiambres, a veces ahora 30 años después lo imito, ordeno sobre la tabla las tostadas para mi hija, hacia donde apunta el asa de la taza para que pueda agarrarla con facilidad. Lo mismo las picadas, el ángulo del cuchillo para cortar un salame, los quesos duros en triángulos, los blandos en cubos, las milanesas para que no se desgranen… me pregunto quién heredará de mí este arte.

Las fiestas de quince y las matines fueron las primeras noches fuera de casa, confiábamos en los tíos y personal de servicio que nos dieran alcohol, para mezclar con el jugo y disimular, viejos fantasmas en VHS, caras borrosas, peinados, camisas corbatas de Scobby Doo en los brazos de Shaggy temblando ambos de miedo, pausar la película y en intermitencia una cinta quedará vibrando, el trekkin no logra enfocar las caras, ahí sin saber que hacer con los brazos, pausando y parando, ahí comiendo y fumando para pasar el tiempo, pausando y parando retrocediendo y nunca dar en el momento justo de un detenimiento y el magnetismo de la cinta se va perdiendo, es como si no pudiésemos parar de movernos, como un tic nervioso.

Patear latas y botellas de agua, colillas y paquetes de Marlboro en la sala de exposiciones, hacer rancho, con especialización en precarización fue un poco la escuela donde hice el bachillerato en el planeta arte, una fiesta a la que nunca llegué, pero que seguro ya había terminado: Populisima me presenta una post/pre fiesta en HD, no sé si llegué antes o después, o si estoy en medio de la fiesta y no los veo, porque en la nitidez de sus objetos no hay paso del tiempo, no hay polvo ni barniz añejado, los globos colgando siempre inflados, el brillo de los chorizos cortado mariposas con la líneas paralelas de la parrilla marcando surcos, eso intangible, inoloro, acético, que deja marcas, todo como cortado con un cuchillo ultra filoso que no deja huellas. 

Casper se tapa la panza, se sujeta los tripas blancas transparentes, y de las tripas salen otros Casperes que se sostienen a sus ves las tripas. El corte fue preciso.

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