domingo, 2 de septiembre de 2018

Invernadero

La obra de Lali Martínez Spaggiari que se presenta bajo el título Idilio de resistencia puede entenderse como un recuerdo que se conforma de imágenes visuales y mentales.
La noche inaugural me daba vueltas en la cabeza una película que había visto hace mucho tiempo llamada After Life (1998), la cual transcurre en una suerte de limbo donde quienes van llegando son recibidos en una residencia en la cual deberán elegir con qué recuerdo quieren pasar la eternidad. Ese sueño será recreado y filmado y esas imágenes del cine, como arte total, quedarán grabadas para siempre.

«Yo no elegiré. Si elijo tendré que olvidar todo sobre este lugar. Así que no elegiré. Voy a guardarte dentro de mí para siempre. No puedo soportar que me olvide más gente».
Lali acciona en su obra mecanismos similares al de la película: ¿Cuáles serán las imágenes que nos acompañarán en la eternidad? Y antes que eso: ¿Existe la eternidad? ¿Será esa eternidad una eternidad de imágenes para la mente y el corazón? Idilio de Resistencia se abre a esos interrogantes, a los que se suman otros como los interrogantes que nos generan los sueños.
«El personal de aquí se esmerará en recrear el recuerdo que usted elija».
Parte de la muestra está compuesta por siete dibujos bordados, uno grande y seis medianos, donde los surcos del hilo generan paisajes de líneas abiertas, formas que se sugieren de laboratorios en el medio de la selva y del monte, quirófanos y sillones de odontólogos, mamparas de baño y churrasqueras en el medio de campos verdes y reposeras a la sombra de bibliotecas y estantes vacíos. Todas construidas como vistas aéreas próximas al momento del despegue, donde todo empieza a difuminarse y confundirse.


«Pero, ¿qué pasa con la fantasía de que la humanidad fue borrada de un plumazo dejando la Naturaleza librada a su suerte?» se pregunta Mariana Rodríguez Iglesia en el texto que acompaña la exhibición; y de mi parte sumo otra fantasía: History Channel entre 2009 y 2010 emitió una serie titulada La Tierra sin humanos, donde «40 años después de los humanos muchas casas con estructura de madera están quemadas, podridas, o han sido en gran parte consumidas por las plantas. Los árboles que crecen cerca de las estructuras de mampostería y ladrillo, las rompen».
Lali Martínez trabaja a largo plazo, dibujando con agujas sobre la tela, con la paciencia de ir creciendo e instalándose en los sueños centímetro a centímetro, ocupando espacios como fantasmas que nos fueran habitando y poblándonos de vacíos.

«En su momento busqué desesperadamente dentro de mi cualquier recuerdo de felicidad. Ahora, cincuenta años después, he aprendido que yo era parte de la felicidad de alguien. Qué descubrimiento tan maravilloso. También tú, algún día descubrirás esto».
La muestra se completa con seis objetos instalados, dispositivos de vidrio capsulares que protegen un mini ecosistema de césped, musgo y hierbas que crecen bajo la humedad de la luz LED que ilumina cenitalmente. Estos ecosistemas están compuestos de barro y objetos cotidianos: libros, anteojos, tazas y teteras de porcelana, películas en DVD y cuadernos cerrados.
Una convivencia entre objetos culturales y una vida que germina pero bajo ciertas condiciones dadas por la cultura donde, en plan de competir, no se sabe quién perdurará.
¿Qué pasará cuando eso que está protegido y mimado siga creciendo? ¿Qué sucederá cuando desborde y absorba y la pulpa de los cuadernos vuelva a su estado original? ¿Y las llaves, dónde dejamos las llaves, en cuál de las masetas quedaron enterradas? Me imagino a la artista entrando con una linterna por la noche al museo, forzando la puerta y con una pistolita pulverizadora, yendo a refrescar su jardín, o con pequeñas tijeras y pinzas a podarlo, a darle forma, una guía de hacia dónde ir, una tutoría.
«Es solo una tarde tranquila en el parque, en el parque de Chūō, cerca de la sala de cine en Ginza, en los cuarenta años de matrimonio nunca habíamos ido juntos al cine y esa resultó ser la última vez».
A estos objetos se añade otra variante: además de poder ver lo que está adentro, nos vemos a nosotros mismos distorsionados en el reflejo.
Me pregunto, ¿De quiénes hablan estos objetos? ¿De nuestros familiares y amigos? ¿De nuestros cercanos? ¿Cómo pensar la cercanía o lejanía en tiempos de redes sociales? Somos nosotros mirando nuestros poros y canas en el espejo del baño. Todo lo cercano, visto con detenimiento, se vuelve siniestro, somos fantasmas en un invernadero, que se evaporan y volatilizan en la laxitud del tiempo.

La exposición Idilio de resistencia se podrá visitar hasta el 14 de octubre de martes a viernes de 9 a 13 y de 16 a 20 y sábados y domingos de 17 a 20, en el Museo de Arte Contemporáneo de la UNL (Boulevard Gálvez 1578, Santa Fe).
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María Laura Martínez Spaggiari es artista visual, docente y gestora cultural. Ganó becas individuales y grupales para formarse con docentes como Claudia del Río, Eva Grinstein, Gabriel Valansi y Rafael Cippolini, entre otros. Trabaja en gestión cultural desde 2008 coordinando proyectos expositivos y de formación. Desde el 2016 dirige Púrpura, proyecto artístico pedagógico.
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