miércoles, 24 de julio de 2019

Patas de mueble de bronce



Le escribo a Julián, a Raúl, y a Manuel, para que vayamos a ver una muestra a Santa Fe, que yo pongo el auto, pero les aclaro que volvemos temprano porque no puedo tomar, y cuando salgo no puedo no tomar algo. Esto en realidad no fue escrito, sino enviado como mensaje de audio. Me dice Manuel que no se entiende nada, y es cierto, estaba el micrófono tapado, mi voz se escucha entrecortada, y hay que ponerse muy cerca del odio el celular como si pareciera que no quisieras que nadie más lo escuchara. Un rumor, un sonido.
La muestra está compuesta por una serie de objetos en apariencia de otra época, tal vez de una niñez lejana, anterior a la mía y seguro anterior a la niñez de lxs artistas expositorxs. Son objetos de cobre y bronce, telas bordadas blancas ya amarillentas, encajes, mantillas, porcelanas, marmolados, nacar, ganchos, floreros, y aceiteras. Las paredes no tienen el blanco pulcro tradicional, sino un tono levemente bajo, color arena, o canela clara. Las piezas están iluminadas con luz fluorescente. Pienso, lo que ese reflector ilumina no son las obras sino la sala en su totalidad, baña el ambiente y las jerarquías que podrían generarse entre las obras, se estabiliza. Entrar no es para recorrer sino para sumergirse en el espacio que se genera.
En “Elogio de la sombra”, Junichiro Tanizaki, dice: “Nosotros también utilizamos hervidores, copas, frascos de plata, pero no se nos ocurre pulirlos como hacen ellos” en referencia a la obsesión de Occidente por la luz, y la idea de pureza, asepsia, y esterilidad ligada a la luminosidad que se le confiere a los objetos: “La vista de un objeto brillante nos produce cierto malestar”, agrega el autor sobre las preferencias culturales del Lejano Oriente.
Los objetos que habitan la muestra que estoy visitando y que se titula “Murmurar Estanco”, si bien son objetos de Occidente, sintonizan con la premisa de Tanizaki, no están presentes en la sala por su frontalidad y luminosidad sino por su aparente parcialidad, por su carácter esquivo, y por la sutil pátina difusa que tienen lo que nos remite a otro tiempo. No un tiempo antiguo sino a un tiempo paralelo. Un tiempo que puede entenderse como eterno, tomando a Borges, quien en un fragmento de un poemario suyo, llamado también "Elogio de la sombra" escrito ya ciego dice: “Esta penumbra es lenta y no duele;/ fluye por un manso declive/ y se parece a la eternidad”.
En ese tiempo, se generan extrañas convivencias.
¿Qué hace ahí ese bastón? Apoyado en el ángulo de la pared, sosteniendo una patena o cenicero, y cómo dialoga con el cajón con un dije redondo que parece a su vez un escudo. Y eso de ahí arriba vendría a ser un… gancho? Pienso que la clave está, y en donde reside la fortaleza y extrañeza de los objetos, es en que no son del todo lo que fueron, es decir, dudo ahora si eso es un bastón, y un cenicero, dudo de si es un jarrón o un caracol. Son el encuentro de los objetos en la sala, en esa medialuz, fruto del amor? Suena  a lo lejos un rico son: “Hay un suave murmullo, En el silencio de una noche azul, Son dos enamorados, Que, encantados, gozan del amor…”
Le escribo a Clarisa, curadora de la muestra, le pregunto si hay diferencia entre susurrar y murmurar, le cuento que me hizo acordar a Los susurradores, unos tubos de papel, que se usa para decir al oído por lo general, un poema, un cuento o una frase, en cómo se genera un vínculo entre quien susurra y quien escucha, en la necesidad de una escucha atenta, una escucha que nos transforma el rostro, una escucha que no llama necesariamente a la acción, una escucha en la que nos percibimos como sujetos de escucha. Le digo que tal vez sería un buen disparador para escribir sobre la muestra, pero ya me fui por las ramas.
Clarisa me cuenta y me pasa un texto maravilloso de Arturo Carrera sobre un murmullo compuesto de muchas voces, muchas bocas y quedamos en seguir conversando.
Al rato me comunico con Kevin, le cuento un poco de la muestra y le pregunto cómo se llama el poemario de Carrera que leímos en su taller. El me dice que Children´s corner, y no encuentro las fotocopias del fragmento que trabajamos, pero encuentro otro, que conecta, de alguna manera con lo expuesto: “A lo lejos escucho…/ una niña que a su madre indica/ cómo deberá disponer unas flores. / La radio clásica que tirita en los fadings… / El ojo de la sombra envejece/ y los álamos plateados ya no conquistan / el intenso parpadeo purpúreo.” Y con esto termino.

Murmurar estanco. de Inés Beninca y Gaspar Nuñez con Curadría de Clarisa Appendino en Fuga Galería Santa Fe. 6 de julio a 6 de agosto de 2019.

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