Mis sueños de futuro:
Asensores externos a los edificios, cilíndricos de cristal, tubulares, la gente
los ve desde afuera, uno sube otro baja a gran velocidad. Sueño que nunca
coincide el piso al que va la persona que amo, que no podemos encontrarnos pero
que constantemente estamos viéndonos. Miro mis pies y siento la presión en los oídos
al subir. Un cartel indica que el sistema hidráulico está diseñado para
aminorar el impacto al detenerse. Tengo miedo de que estallen los cristales del
techo del ascensor y salga eyectado por el aire. Finalmente sucede. El ascensor
toma tal velocidad que el vidrio revienta y quedo flotando en el aire, doy
manotazos, mi estomago se comprime, hasta que empiezo a caer.
Por un tubo van y vienen cartas que conectan todo el edificio.
Sarah Connor
sentada y con su cabeza apoyada en una mesa en el medio del desierto mira a una
familia que juega junto a un helicóptero deshuasado. La madre alza a un niño,
el padre tiene camisa a cuadros abierta y arremangada con remera gris debajo.
Sarah llora y sonríe y cierra los ojos. Recuerda sueña ella detrás de una reja,
mira a los niños jugar en la plaza, les grita que No que No que no, pero sus
gritos son sordos. Sarah Connor de sus sueños alza a un niño y lo sube al
carrousel. Es un día soleado. El hongo nuclear barre con todo el valle. Desarma
edificios. Fulmina los cuerpos. Sarah sobresaltada despierta.
En la escuela, en este que tal vez sea de mis últimos años de docencia, enseño
a hacer origamis. Doblo y pliego papel. Con un marcador y brillantina hacemos luego
ojitos con pestañas y sonrisas. A veces necesito silencio, y es la forma que
encontré de no hablar ni que me hablen. Solo nos miramos, hacemos gestos con la
boca y fruncimos el ceño, achinamos los ojos. “Ok” con el pulgar hacia arriba o
corazones con ambas manos cuando sentimos que hicimos todo bien.
Busco en
diccionarios virtuales que significa “Circa”, nombre de la ciudad donde transcurre
la aventura distopica Tekton, novela escrita por
Gastón Flores y dibujada por Lisandro Estherren. Expresión latina, “alrededor”
o “cerca de”. Suele usarse cuando las fechas de los eventos no se conocen con
precisión. En tiempos pandemicos, mi cabeza se llena de imprecisiones. Estoy
intenando buscar en internet una foto de un yacaré junto a una tortuga
calcinados por los incendios que se suceden en este momento en el país. Me la
mostró Vir hace unos días, pero dudo si fue ayer, o hace tres meses. Nuestro
futuro, nuestro sueño de futuro, no será tal vez como el de Sarah Connor, con
un botón rojo, microchips, brazos biónicos, un hongo nuclear y el logo de
Skynet. Será con alimentos transgénicos, con cáncer, con toxinas, con especies
carbonizadas. La muerte del hombre por el hombre. Vi un video de nutrias y
carpinchos saltando desde la barranca mientras la isla se incendia.
En Tekton, el pasado y el futuro se confunden. Allí hay punks, crestas,
camisas, tiradores y motocicletas, cinturones con estuches. Y arquitectura
modernista por todos lados: innovación, novedad proyección de futuro. Un futuro
que nunca llegó del todo. Pero ahí están también las publicidades holograma que
tiran besos y las autopistas que cruzan los cielos. La Victoria de Samotracia
decora un salón. Gente que salta de los trenes en movimiento. Una persecución.
El Bugatti de los años 20 es interceptado por un Jeep de enormes ruedas y vuela
por los aires de tinta negra y pincel seco con los que dibuja Lisandro. Pero… En
qué año estamos? 1920? 2020? 2120? Soy Lucas Mercado, vivo en Paraná, camino
por la peatonal con un barbijo que hizo mi mamá con retazos de tela. Me regalo
varios así que tengo uno en el auto, uno en la moto, otro en la mochila y otro
en la biblioteca. Paso por la vidriera de de calzados Beter y recuerdo que
había una galería con video juegos al fondo. Entro, meto una ficha para jugar
al Doble Dragón, tiro patadas, codazos, levanto barriles, doy rebencazos con
cadenas, mis brazos se extienden con los bates de baseball.
Construcciones,
trabajo de albañilería, dos arquitectos Flores y Estherren, entre tiros,
lanzallamas, navajazos y mucha gasolina (con lo cara que esta la nafta!) nos
entregan infinitas puertas que se abren y se cierran. Padres, hijos, poderes, sueños
incumplidos, intentos de comenzar una nueva vida mirando el arribo con el
ticket en la mano para el próximo tren que nos llevará a ningún lugar.
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