En la luz total, o en la oscuridad total, no hay tiempo ni espacio. Por eso, nuestro mundo está hecho de matices, de rugosidades, de sentidos que se complementan para intentar entenderlo. Preferimos, o al menos yo, eso que no funciona del todo, eso que nos necesita para existir, y en ese existir existimos nosotrxs también. En la luz y en la oscuridad los recursos son ilimitados, por eso no hay mucho por hacer. Preferimos, o al menos yo, la carencia, lo incluso, lo que quedará por hacer.
En las esculturas de Laura Zelaya el movimiento no viene de la máquina autónoma, que no sabemos explicar su propio hacer, sino de la interacción, del complemento, del saber hacer, del riesgo y la prudencia. El movimiento de sus obras es de vaivén, una ola de río que se hamaca, un cabeza que piensa en pájaros y en palabras, un nido que se vuelve casa. Cosas que van hacia un lugar, vuelven al origen y en cada ir y venir se transforman.
El arte entrerriano, en sus matices, se compone de una conjunción de prácticas que suceden. Es gente que en su hacer, piensa.Frente a una miniatura, o una escala modesta, pueden suceder dos cosas: que nos empequeñezcamos o que esa miniatura nos rebalse. Porque en la imaginación se juega el vínculo, entonces lo que vive debajo de la cama, o al final del pasillo, o en nuestros sueños puede ser enorme, o pequeño como partículas.
Laura me recibió un febrero en su taller y yo aquí varios meses después intento tensionar el recuerdo y la memoria. Evitar la urgencia a riesgo de contraer deuda. Pienso esto describir como una devolución, pero cuánto tiempo tenemos para devolver algo, cuál sería un tiempo razonable. Está vez me excedí.
En su mesa hay bocetos, dibujos de esculturas móviles, de cómo podría funcionar, y no lo digo en un sentido metafórico sino físico, tal o cual pieza. Sumar o quitar tal o cual engranaje, manija, elemento.
Laura me cuenta de su padre artista, de lo que aprendió de él.
Tal vez seamos de las últimas generaciones que podamos transmitirle un conocimiento a nuestro hijos sobre el funcionamiento de algo. En mi caso ya es mucho menos de lo que me transmitió mi padre a mi. No lo digo como algo valorativo. Hacía allí, masomenos, vamos.
