Hay un entendimiento y un conocimiento que se macera, que no es escalonado ni jerárquico, (mucho menos arancelado). Que gotea sobre la tierra y de a poquito forma un charco cada vez mas grande. Ese charco con el correr de los días, tal vez años, ablanda la tierra y produce un barro. Y en determinado momento irrumpe. Ya no solo humedece los pies: trepa por las rodillas. Es incontenible. Próximo a un rayo es la irrupción, y el conocimiento que habilitan las Caudillas. Una vez que conoces su obra, su presencia se impregna en la piel sin pedir permiso. Es su mecherismo el que invade y no hay tejido de púas, cercos eléctricos, guardia armada ni canes que la detengan. Las Caudillas se paren a sí mismas, con un discurso desde el llano, alejado de agendas curriculares y de trayectorias consagratorias, desde saberes no autorizados. Porque hoy son esto: comunión, desmesura, inapresables, entrañas. Y mañana, también, son madres, docentes jubiladas, cocineras, ceramistas, vecinas de barrios periféricos, usuarias de la tarjeta SUBE y de la salud pública. Transitan una zona liminal en un territorio siempre situado, de problemáticas comunes y anhelos compartidos.
Son las Caudillas (en
tierra de históricos caudillos varones) las que salen al trote entre los
pastizales altos de un campo con unos choclos, naranjas, papas y hasta ristras
de chorizos robados a un parrillero distraído. Bajan vitales por las siete
colinas de la ciudad de Victoria a las risotadas, con la frente en alto y a los
abrazos para ahuyentar los males y saciar el hambre. Su arrebato es colectivo:
para descomprimir las sesudas maneras y los ceños fruncidos que las miran con
desaprobación, para celebrar, para latir. Porque la hazaña de su saqueo es
cotidiano y urgente. De unx a unx, sin grandes gestas: cuerpo, agua y tierra
son suficientes. De ahí la escala y la potencia de La ingobernable belleza del
barro.
De sus acciones efímeras suele quedar un registro, muchas veces modesto, con el
celu, de luz natural. Contra toda sugerencia de cristalización en alta
resolución de sus prácticas, contra toda hegemonía de gueto endogámica. Contra
toda cordialidad anestesiante. Frente a la pérdida temporal de la sensibilidad al dolor,
particularmente en estos tiempos crueles: mantener vivo un fuego.
--- "La ingobernable belleza del barro", Caudillas del barro en La hendija, Paraná. Noviembre 2025

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