jueves, 13 de mayo de 2021

Te cuento un secreto



¿Cómo se llamaban esos cuadernitos de primera comunión? Pongo las manos así, palma con palma. Pienso, hace mucho que no hago esto, este gesto. Devocionario o misal se llaman. Había un señor, que iba con su cámara, y sabía la postura correcta. Se dedicaba a ir iglesia por iglesia, escuela por escuela. Previo arreglo con padres y madres, nos indicaba pararnos al lado del santo con las manitos así. Y si había que sumar un rosario, la caída del cabello, las orejas despejadas y en el brazo un lazo.

Fundamental la luz. Pero como la iglesia estaba un poco a oscuras el flash la simulaba, y uno miraba al flash como una aparición, como con fervor y las pupilas se dilataban por un segundo.

Porque fui educado por los ojos. Los ojos me enseñaron a pensar y a querer. A buscar un amor verdadero. A hacer silencio. Y también a mis tormentos. La altura te da eso. Me jacto de ver bien. Igual envejezco, entonces hago ejercicios con algún cartel. Cuando voy en la moto de reparto intento ver las numeraciones de las casas. Siempre puedo. Hasta cuándo no lo sé. Con la luz se educan los ojos. A veces los entrecierro, y como una cortinita las pestañas juegan. Cuando tengo que llorar primero lloro con la garganta, luego con la boca, la lengua en el paladar, luego con los ojos.

En mi foto sonrío.

Kevin convoca a Ivo, y con una foto de Noemí Betti durante su primera comunión, ilustra la portada de su último poemario. Noemí tiene los párpados y el entrecejo de Ivo.

Una vez en un taller de Kevin conversamos sobre la luz en las obras del pintor Vermeer, en cómo entran e inundan los espacios. En cómo las cosas suceden a la luz del sol. Hay una foto de él en internet regando una planta, luminoso, mirando la cámara. Porque no sabemos más que sonreír frente a una cámara. Escapamos a las casualidades. Ese naipe que encontré cuando iba cabizbajo por calle Misiones estaba ahí para que fuese vista. Para que la llevara a casa. Para que ese nueve de oro vaya a la caja de fanzines, diapositivas, tarjetas e invitaciones varias. 

Dibujo un bastón estrella de Sakura Card Captors iluminado o la espada del augurio de los Thundercats. Déjame ver más allá de lo evidente, dice León-O. Fui educado para que los ojos le den órdenes a mis manos. Así dibujo yo. A veces no le hacen caso.

Intento ordenar una anécdota. El otro día le llevé un libro. Intercambiamos y él me da Los encantados.

Le pido que me pase un fragmento de En lo visible, en lo cercano. Porque me sentía en deuda de que algo que había escrito me acompañara hacía tanto y yo no se lo dijera. Aquel en que Alicia le dice: “Te cuento un secreto. Yo —señalándose el pecho— también escribo”.

Porque se me quedó grabado, y le digo la página de la derecha arriba, pero no se el número. Kevin me manda una fotito con su celu. Es ésa.

Las cosas suceden para que él las escriba. Y las convierta en poema. O que las diga. Porque su decir es poema. Entonces, ahí está su encanto al señalarse el pecho. Ahí hay un camino que se abre para nosotrxs. Para decir en confidencia: Yo también escribo.



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