En un encuentro de artistas, a comienzos de los 2 mil, mi amiga la Fer de Santa Fe contó que su obra se inspiraba -o tomaba referencia visual- en las mangueras que extendía en su patio para regar las plantas. Tenía mangueras de diferentes medidas, materiales y colores, solía enroscarlas para guardarlas pero, a la semana siguiente, volvían a estar todas hechas un enredo. Ese enredo de líneas moteadas era lo que dibujaba.
Pero ahora pienso: ella no dibuja, es pintora, siempre fue pintora, quizás no estaba hablando de su obra sino de la obra de otra artista, que si dibujaba y que tenía una obra más afín a la descripción que dio sobre las mangueras. A mi esa anécdota me ha quedado. Porque una manguera es una línea y porque quienes dibujamos queremos buscar dibujos en todos lados. Si bien una manguera es un poco más gruesa, es solo una cuestión de distancia definirla como línea, y una manguera con agua en su interior se mueve y acomoda a gusto y piacere independientemente de cómo queramos desplegarla. Yo en casa tengo una toda anudada y medio reseca. Es así porque ya hace un tiempo creció un lindo césped y no tengo plantas, sólo dos árboles de palta que dan una temporada si y una temporada no.
Existen otras imágenes que me gustan, como la del cañito plástico estriado de los nebulizadores. De niño vivía nebulizado. Recuerdo ver la final del mundial Italia 90. Era julio por estas tierras por eso todo los días eran de moco en la nariz y el pecho. Me dolía la cabeza y pensaba que era sinusitis. El nebu conectado con vapor saliendo de la mascarilla con el zumbido del motorcito largando la solución fisiológica y el salbutamol en la frente.
En las películas norteamericanas tenían unos teléfonos en la pared de la cocina con un cable enrulado largo largo, por lo general, los personajes, hacían otras cosas mientras hablaban por teléfono, batían crema, abrían el horno o la heladera, miraban por la ventana. Sostenían el teléfono con la oreja y el hombro. La mujer de la casa llamaba a su hijo que estaba en el piso de arriba a los gritos, se enredaba en el cable con la batidora en la mano. A veces golpeaban la puerta y se olvidaban de su quehacer diario, iban hasta la puerta con el cable tironeando y cuando llegaban al máximo del estiramiento se daban un resbalón y volaba por el aire el bowl y el delantal todo manchado. Esas imágenes me formaron. En casa el teléfono estaba en el comedor, que estaba separado de la cocina por una pared, es decir estaba a la vuelta. Se escuchaba todo de un lado a otro. En casa no había crema batida, cenábamos huevo frito con pan y coca cola con la tele prendida de fondo.
Rodriguez Larreta agarra una botella de agua con las dos manos. No lo veo, escucho hablar sobre eso en la radio y presto atención. Me lo imagino y me identifico porque a mi también me pasa. “Tengo temblor esencial, me lo diagnosticaron a los 5 años. Es una condición que afecta el pulso, aunque nunca modificó mi vida. Sin embargo está y hace que algunas situaciones las viva diferente al resto”, dice Larreta, “me pasaba de chiquito cuando tenía que dibujar o aprender a escribir, me pasa hoy cuando tengo que sostener una botella o un micrófono y me va a pasar dentro de 20 años cuando esté dibujando con mis nietos”. A mi no me pasó de chico porque de chico no dibujaba, pero de más grande sí. Dibujaba con trazo tembloroso en bancos de la escuela, en bordes de la carpeta. Luego empecé a leer poesía en público, pero fue algo que hice poco. No podía mantener mis poemas firmes en el aire. Requería un apoyo, una mesa y un pie de micrófono. A los 20 fui al neurólogo, me hizo pruebas con un martillito y me dijo “eso se llama temblor esencial”, si fuese párkinson debería tener otros síntomas, y me dijo que tranqui, que volviera en 20 años.
Entonces empecé a repetir por 20 años como loro, que no era párkinson, que si fuese párkinson debería tener otros síntomas, que no sabía bien cuales eran, pero que debería tener más ojeras, o las venas marcadas, o cosas así más densas de las cuales sí debería preocuparme. Nunca pensé tener algo en común Larreta, pero tampoco pensé mucho en Larreta así que ni me va ni me viene, pero banco que públicamente sostuviera la botella con las dos manos, que no se escondiera. A mi me preguntan “che y ¿Cómo haces para dibujar”?, y yo les digo qué es igual a cualquier cosa, es como que me digan como haces para dibujar con lápices escolares, o como haces tal o cuál cosa con tal o cual herramienta: te acostumbras o reventas.
Paraná, junio 2025
Cartas a un libro. Los pensamientos también tienen esa forma de Omar Jury


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