domingo, 16 de noviembre de 2025

Una pequeña abertura con los labios y curvar la lengua


Comienza el calor, y la luz impregna la casa. Eso significa oscurecer las siestas, prender el ventilador, agua siempre en la heladera. También cubrir con mediasombra las ventanas que dan al patio: por la rotación del sol, a esta altura del año, hace que durante el día estén casi siempre iluminadas. Subir al techo y cubrir los caños del termotanque solar para que no se sobre calienten y salga el agua casi hirviendo.

Dentro del cubo que conforma la sala y en el que cada esquina hay una obra, hay otro cubo que contiene una mesa. Su perímetro está delimitado por mediasombra, que deja ver y no ver. En la mesa hay piezas cerámicas que simulan ocarinas, de formas alargadas, medio fálicas, para soplar y producir un sonido. Le escribo a Yami del equipo del CEC y le pregunto si el polvo en el que se apoyan las obras es leche en polvo, o yeso. Pienso en realidad solo en leche en polvo que siento tiene más que ver con la vida simple que propone la muestra, y me dice que es harina, de la común.

El amasado adicionando agua, o con el solo correr de los días en la humedad litoraleña, sin levadura, la convertirá en una piedra más compacta que porosa. Como el barro traído de Cafayate por el artista para hacer las instalaciones de los corner. Barrio y agua en una simetría marmolada y levemente mareada en el color, trazan una biografía del artista: la historia de sus lugares, los rituales familiares, los hábitos modestos, la persistencia física de la memoria.

Sobre Una Suerte espantosa, Guad Creche dice en el texto curatorial que “proviene del tres de copas en el tarot, carta de celebración, comunidad y abundancia, pero también de exceso, ruptura y pérdida.” y pone en tensión dos opuestos.  Le pregunto a un amigo sobre esa carta en particular y me dice que el tres de copas, en una lectura, es algo bueno que cuando le sale esa carta a la gente le suele decir que tienen que acordarse de celebrar sus logros que es algo que las personas no solemos hacer y que la carta un poco viene a recordar.

Mario Llullaillaco invita a crear una pequeña abertura con los labios y curvar la lengua, a generar una vibración, a un silbido y un el sonido que llama: lento, discreto, velado y apacible.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Cosas que van hacia un lugar, vuelven a su origen, y en cada ir y venir se transforman


En la luz total, o en la oscuridad total, no hay tiempo ni espacio. Por eso, nuestro mundo está hecho de matices, de rugosidades, de sentidos que se complementan para intentar entenderlo. Preferimos, o al menos yo, eso que no funciona del todo, eso que nos necesita para existir, y en ese existir existimos nosotrxs también. En la luz y en la oscuridad los recursos son ilimitados, por eso no hay mucho por hacer. Preferimos, o al menos yo, la carencia, lo incluso, lo que quedará por hacer.

En las esculturas de Laura Zelaya el movimiento no viene de la máquina autónoma, que no sabemos explicar su propio hacer, sino de la interacción, del complemento, del saber hacer, del riesgo y la prudencia. El movimiento de sus obras es de vaivén, una ola de río que se hamaca, un cabeza que piensa en pájaros y en palabras, un nido que se vuelve casa. Cosas que van hacia un lugar, vuelven al origen y en cada ir y venir se transforman.

El arte entrerriano, en sus matices, se compone de una conjunción de prácticas que suceden. Es gente que en su hacer, piensa.Frente a una miniatura, o una escala modesta, pueden suceder dos cosas: que nos empequeñezcamos o que esa miniatura nos rebalse. Porque en la imaginación se juega el vínculo, entonces lo que vive debajo de la cama, o al final del pasillo, o en nuestros sueños puede ser enorme, o pequeño como partículas.

Laura me recibió un febrero en su taller y yo aquí varios meses después intento tensionar el recuerdo y la memoria. Evitar la urgencia a riesgo de contraer deuda. Pienso esto describir como una devolución, pero cuánto tiempo tenemos para devolver algo, cuál sería un tiempo razonable. Está vez me excedí.
En su mesa hay bocetos, dibujos de esculturas móviles, de cómo podría funcionar, y no lo digo en un sentido metafórico sino físico, tal o cual pieza. Sumar o quitar tal o cual engranaje, manija, elemento.
Laura me cuenta de su padre artista, de lo que aprendió de él. 

Tal vez seamos de las últimas generaciones que podamos transmitirle un conocimiento a nuestro hijos sobre el funcionamiento de algo. En mi caso ya es mucho menos de lo que me transmitió mi padre a mi. No lo digo como algo valorativo. Hacía allí, masomenos, vamos.

lunes, 27 de octubre de 2025

Una carta para Los pensamientos también tienen esa forma



En un encuentro de artistas, a comienzos de los 2 mil, mi amiga la Fer de Santa Fe contó que su obra se inspiraba -o tomaba referencia visual- en las mangueras que extendía en su patio para regar las plantas. Tenía mangueras de diferentes medidas, materiales y colores, solía enroscarlas para guardarlas pero, a la semana siguiente, volvían a estar todas hechas un enredo. Ese enredo de líneas moteadas era lo que dibujaba. 

Pero ahora pienso: ella no dibuja, es pintora, siempre fue pintora, quizás no estaba hablando de su obra sino de la obra de otra artista, que si dibujaba y que tenía una obra más afín a la descripción que dio sobre las mangueras. A mi esa anécdota me ha quedado. Porque una manguera es una línea y porque quienes dibujamos queremos buscar dibujos en todos lados. Si bien una manguera es un poco más gruesa, es solo una cuestión de distancia definirla como línea, y una manguera con agua en su interior se mueve y acomoda a gusto y piacere independientemente de cómo queramos desplegarla. Yo en casa tengo una toda anudada y medio reseca. Es así porque ya hace un tiempo creció un lindo césped y no tengo plantas, sólo dos árboles de palta que dan una temporada si y una temporada no. 

Existen otras imágenes que me gustan, como la del cañito plástico estriado de los nebulizadores. De niño vivía nebulizado. Recuerdo ver la final del mundial Italia 90. Era julio por estas tierras por eso todo los días eran de moco en la nariz y el pecho. Me dolía la cabeza y pensaba que era sinusitis. El nebu conectado con vapor saliendo de la mascarilla con el zumbido del motorcito largando la solución fisiológica y el salbutamol en la frente. 

En las películas norteamericanas tenían unos teléfonos en la pared de la cocina con un cable enrulado largo largo, por lo general, los personajes, hacían otras cosas mientras hablaban por teléfono, batían crema, abrían el horno o la heladera, miraban por la ventana. Sostenían el teléfono con la oreja y el hombro. La mujer de la casa llamaba a su hijo que estaba en el piso de arriba a los gritos, se enredaba en el cable con la batidora en la mano. A veces golpeaban la puerta y se olvidaban de su quehacer diario, iban hasta la puerta con el cable tironeando y cuando llegaban al máximo del estiramiento se daban un resbalón y volaba por el aire el bowl y el delantal todo manchado. Esas imágenes me formaron. En casa el teléfono estaba en el comedor, que estaba separado de la cocina por una pared, es decir estaba a la vuelta. Se escuchaba todo de un lado a otro. En casa no había crema batida, cenábamos huevo frito con pan y coca cola con la tele prendida de fondo. 

Rodriguez Larreta agarra una botella de agua con las dos manos. No lo veo, escucho hablar sobre eso en la radio y presto atención. Me lo imagino y me identifico porque a mi también me pasa. “Tengo temblor esencial, me lo diagnosticaron a los 5 años. Es una condición que afecta el pulso, aunque nunca modificó mi vida. Sin embargo está y hace que algunas situaciones las viva diferente al resto”, dice Larreta, “me pasaba de chiquito cuando tenía que dibujar o aprender a escribir, me pasa hoy cuando tengo que sostener una botella o un micrófono y me va a pasar dentro de 20 años cuando esté dibujando con mis nietos”. A mi no me pasó de chico porque de chico no dibujaba, pero de más grande sí. Dibujaba con trazo tembloroso en bancos de la escuela, en bordes de la carpeta. Luego empecé a leer poesía en público, pero fue algo que hice poco. No podía mantener mis poemas firmes en el aire. Requería un apoyo, una mesa y un pie de micrófono. A los 20 fui al neurólogo, me hizo pruebas con un martillito y me dijo “eso se llama temblor esencial”, si fuese párkinson debería tener otros síntomas, y me dijo que tranqui, que volviera en 20 años. 

Entonces empecé a repetir por 20 años como loro, que no era párkinson, que si fuese párkinson debería tener otros síntomas, que no sabía bien cuales eran, pero que debería tener más ojeras, o las venas marcadas, o cosas así más densas de las cuales sí debería preocuparme. Nunca pensé tener algo en común Larreta, pero tampoco pensé mucho en Larreta así que ni me va ni me viene, pero banco que públicamente sostuviera la botella con las dos manos, que no se escondiera. A mi me preguntan “che y ¿Cómo haces para dibujar”?, y yo les digo qué es igual a cualquier cosa, es como que me digan como haces para dibujar con lápices escolares, o como haces tal o cuál cosa con tal o cual herramienta: te acostumbras o reventas. 

Paraná, junio 2025

Cartas a un libro. Los pensamientos también tienen esa forma de Omar Jury

sábado, 13 de septiembre de 2025

Una, dos tres, cincuenta veces ver

 


Hay unos vídeos del orador y experto en tecnologías Santiago Bilinkis que son muy entretenidos y que te dejan pensando. En general siento que acierta con lo que dice, pero uno me dejó tecleando y con el correr de los días confirmé que estaba equivocado, o que al menos su enunciado hay que revisarlo. El habla del adormecimiento del cerebro por escuchar siempre la misma música y que no escucha dos veces la misma canción o que su lista de Spotify era siempre de canciones de los últimos dos años. Que eso mantenía el cerebro activo. En un comienzo dije ah mira que interesante. Yo no veo dos veces la misma película, o leo dos veces el mismo libro (salvo con los que laburo) y no me gusta la música retro que alguna vez estuvo de moda.

Pero pienso que Bilinkis la pifia (igual estoy siendo super simplista) en qué una obra que uno ve dos, tres, cincuenta veces no está viendo siempre la misma obra si no que la obra cambia el contexto cambia y uno cambia así sea que la vio más de una vez en el día.

A mí me pasa así. Puedo estar viendo una obra semanas y pasar semanas hasta que se me ocurre algo que decir. A veces hasta ya terminó la muestra y todavía queda reverberando algún pensamiento.

Las prácticas artísticas del litoral viraron hacia un hacer así, conceptual, pero de baja insistencia. No busca lo nuevo, el próximo quilombo, o la próxima irreverencia. Hay una insistencia cordial sobre ciertos temas, sobre ciertos materiales, sobre ciertos vínculos y territorializaciones.

Antonella hace una dos tres veces la misma obra. Variaciones que como el humo placentero que se comparte cuando emerge de pipas sahumadores vasijas y candelabros. Porque en la práctica artística, la repetición es reflexión, reacción, afirmación.

Su obra vibra hacia una pasado o una tradición compartida y se proyecta en la disposición de los objetos sobre una tela brillante hacia el futuro. Habría en la puesta algo de dimensión paralela, o descocada, ¿Por qué una pasarela? Tocados por una varita mágica las piezas o un humo directo en la cara, desfilan, danzan, hacen reverencia, posan, comparten, compiten, trastabillan, se tropiezan. Una, dos, tres, cincuenta veces.


Sobre Humo placer, de Antonela ¨Peretti, en La Josefa, Santa Fe. Curaduría La dealer. Agosto 2025

viernes, 29 de agosto de 2025

Un cuerpo que reclama


Hay una estrella que no existe más. Viaja hacia nosotros desde millones kilómetros a la velocidad luz. Entra por nuestras pupilas. Miramos el cielo nocturno y ahí está. Le pedimos deseos, tal vez uno, al pasar, el primero que se nos ocurre, o esos que nunca se concretarán. Le tomamos la mano a la persona que amamos, o posamos nuestra cabeza en su antebrazo, nos cubrimos del frío, esperamos un colectivo que nunca llega. La estrella que ya no existe nos hace compañía.


Así el reflejo en una vidriera de una tienda, reconstruye nuestras siluetas.”Están tus cosas, pero tú no estás”, dice la canción, la crueldad de la vidriera y del cartel, de la ñata contra el vidrio. A la fiesta de los objetos a la que no fuimos invitados la vamos a exorcizar. La vamos a apropiar y convertir en otra cosa. Metidos entre ornamentos y jarrones, vestidos de mozos, vamos a robar unos moños y una servilleta en la manga, nos vamos a colar.

Cuando anhelamos, deseamos que algo suceda en un futuro, puede ser cercano, o lejano. Su diferencia con la nostalgia es que esta refiere a una añoranza por experiencias pasadas, donde se nos presenta emociones como alegrías o tristeza. Pero en algún punto nostalgia y anhelo se unen. Podemos anhelar aquello que nunca querríamos? Podemos añorar aquello que nunca sucedió?

Por eso jugamos, vamos y posamos, imitamos al maniquí que calza las zapatillas de novedad, nos ponemos trajes de boda que nunca usaremos, subimos a autos con familias que nunca tendremos, paseamos cachorritos que no criaremos, y apoyamos tazas sobre mesadas de mármol en hogares con superficies que difícilmente en nuestra cocina de entrará.

En la pintura de María Emilia Hendreich el reflejo de un cuerpo, es un cuerpo que reclama. Una espacialidad, una temporalidad, un reconocimiento, una observación, una materialidad, una propiedad, una insistencia, una reconciliación, un entendimiento.

Somos nosotros las estrellas que ves y que no existen más. La distorsión, la mueca por la mitad, la presencia inconclusa, la reflexión infinita del doble espejo paralelo en el ascensor, que nos lleva al fin, a una parte de nosotros mismos.


----- Sobre Lo que brilla antes de desaparecer de María Emilia Hendreich, en Núcleo Contemporáneo. Agosto 2025. Santa Fe

domingo, 6 de julio de 2025

El viento se levanta

En un mundo que se nos presenta lleno de opciones, contrariamente, se sucede la monotonía cotidiana, el ir y venir de un punto al otro, de geografías e itinerarios estables, trayectos y movimientos domesticados. Cada día cuantificado, geolocalizado, zombificado. La artista va en búsqueda de aquello que todavía escapa a ese control: las hojas que caen de los árboles, los retazos de tela que el viento amontona. Son siluetas de pájaros, de cáscaras de mandarina, de ramitas. Puede ser que esté inventando, son pequeñas y sutiles, lo que no permite una iconografía exacta. Desconocemos el color inicial tanto de las hojas como de las telas, no hay rastros previos de si eran nuevas o viejas. Lo mismo con las hojas, ¿son evidentemente desecho? ¿no habrán sido cortadas para la ocasión? ¿En qué momento se establece el pacto de confianza entre autor y público?

María Elena Machuca crea un juego surreal impregnándolas con cenizas de una quema de basura. No es la ceniza gris de la madera al quemarse, sino la que en el aire desprende sustancias tóxicas y metales pesados. La ceniza negra de los cables que se pelan para extraerles el cobre, o la ceniza negra de cubiertas quemadas en el medio de la calle.
Ceniza que podría ir al agua, o a la comida, o seguir en el aire, ahora se detiene. María Elena la amucha y la machaca en un mortero, la matiza, suaviza, acaricia. Le otorga homogeneidad y consistencia. Lo que es desecho se volvió materia prima. Encola las hojas y retazos de tela, espolvorea y sacude. Impregna, seca, monta e ilumina. Algo a la vista super simple. La artista, en sus palabras, interfirió en el devenir natural de esas materialidades.

Este proceso, de acciones tras acciones, se enmarca no casualmente en Una visita extraordinaria, curaduría de Raquel Minetti, donde desde su Programa doméstico (ciclo de encuentros de pensamiento y producción de obra) pone énfasis en el hacer. Su texto curatorial está poblado de verbos: ejercitar, explorar, demorar, descubrir, grabar, recuperar, raspar, crear, inventar, buscar, y la lista sigue.

Una vez secas las formas, que fraguaron, con el negro concentrado, se presentan en la pared reunidas coreograficamente. como si siguieran una musicalidad del viento, como un silbido, o susurro. Entra en escena aquí la contraforma, un espacio negativo abierto, que cuela el blanco entre las siluetas negras. Hago con el dedo y con la nariz un recorrido. Me dejo llevar por el recorrido que se forma en los vacíos. Muevo el cuello y los ojos. Las formas no se rozan entre sí, mantienen siempre una distancia, a veces mínima, a veces mayor, siempre vacilante.

Por último, con el titulo Antes de que te disperse el viento la artista pareciera ya no dirigirse a los objetos que ella contiene en su obra sino a cada uno de nosotrxs. Que es eso inconcluso que enuncia? faltaría una acción, un remate, una concreción. Hay algo que no termina de decirse. Y eso, para seguir haciendo y pensando, para mí, es super saludable. 


lunes, 31 de marzo de 2025

Entre


El pequeño mundo del arte entrerriano está hecho de bienvenidas, ausencias, despedidas, pertenencias, entramados. Proyectos individuales, proyectos colectivos, encuentros fortuitos, premeditados, temporarios, eternos, afectivos, convenientes y etcétera. Así entre poquitos, entre poquitxs actorxs, en la dimensión que a cada uno corresponda, ahí están.

Mariela Herrera refiere que su producción está en tránsito, que va de lugar en lugar, de ser foránea, que al arribar a determinado lugar ya se está proyectando a otro sitio. Sin esquivarle al planteo inicial, ¿Cuál es el lugar en el que se inscribe, en ese pequeño mundo llamado arte entrerriano, la obra de Mariela? ¿Puedo leer su declaración de intenciones, también, como respuesta?

Tal vez, si. Porque, en su ubicuidad (transhumancia en sus palabras), Mariela supo construir un recorrido que pasa por la escritura, la docencia, la producción textil, la práctica colectiva, y otras actividades varias que hacen a un quehacer. Un quehacer que resulta, como dice Andrea Cavagnaro, alegre, vivaz y audaz.

En esta muestra que presenta obras textiles realizadas desde 2023 en adelante, denominada Constelación, propone una relación visual y táctil con las piezas. hecha de texturas y tiempos en miniatura.

Hay en los cielos millones de estrellas a millones de kilómetros de distancia. Y hay un punto de vista con el que desde aquí las ordenamos. Les decimos Orión, Osa mayor, Andromeda, Escorpio. Establecemos puntos, les generamos un encuentro, imaginamos una línea, un “entre”.

Cuando entré a la sala del GAP dos imágenes en mi cabeza se hicieron presentes. Una es la de los cortes encefálicos, las imágenes de tomografía, de resonancia magnética. Por otro lado, las imágenes endoscópicas, de jugos gástricos. biliares, pancreáticas. Hoy proliferan las generadas por IA donde cerebros parecen árboles, ramificaciones, luminosidades de colores sobre fondos infinitos, cerebros astrales. El estómago, en tanto lugar de tránsito, autónomo segundo cerebro intestinal capaz de producir emociones e información que interviene en nuestra conducta, establece conexiones neuronales con el otro cerebro en ambas direcciones. Se habla también del teléfono celular como un tercer cerebro, o apéndice, indisociable de nuestro cuerpo, pero quedará para otra ocasión.

Mariela entonces, va desde lo astral en tanto universo hecho de pasajes y materiales diversos a lo (que yo sumaría) cerebro-intestinal en cuanto a que vemos y como vemos y sentimos y en un salto ornamental nos ayuda a repensar cómo se orquesta el entramado de las artes en la provincia.



Mariela Herrera muestra "Constelación" en Gap 18 Alameda de la Federación 355. Abril 2025