jueves, 10 de abril de 2014

La sábana




Hace unos años con una máscara blanca hecha con sábanas robadas de mi sueño eterno, espanté de su casita un perro ciego que dormía en su sueño eterno.

Y con esa misma sábana blanca, comencé a espantar a todos los demás y comencé a dar vueltas y luego me metí en la casita en la que dormía aquel perro su sueño eterno y también me dormí.

Y soñé que volvía al patio de casa que daba a un campo al cual íbamos con los aire comprimido cargados, colgados en el hombro, mientas papá dormía también su sueño eterno.

En ese campo no había latas ni piedras, ni frutos de cáscara robusta a la cual disparar. Era como un pequeño desierto y el único blanco al cual disparar era a nuestros recuerdos. De a uno primero, errando lejos, y luego, ya más certeros, fuimos borrándolos a todos.

Comenzamos a los tiros con el espacio y el tiempo, borramos calendarios y horarios, las fechas de nuestros cumpleaños, el día y la hora en que te vi por ultima vez, la fecha de nuestros santos, las fechas de feriados importantes en nuestro país, las fechas de vencimientos, las fechas importantes para nuestro corazón, y el día y la hora en que debía pasar a buscar a mi hermano por el club antes que oscureciera, y el día y la hora del bautismo de mi sobrino y la hora en que entregaban el diploma y la hora en la que se esconde el sol y en la que sale.

Y luego animados borrábamos los colores y los olores y los sabores y lo cálido y lo frío y todo lo que estuviera referido a lo que pudiéramos percibir con nuestros sentidos. Y de a poquito no nos quedó nada,  y no quedó ni siquiera lo que nos hacia mal y mucho menos lo que nos hacia bien.

Y entonces sin recuerdo y sin sentidos nos perdimos en ese campo y nuestros padres y nuestros vecinos y nuestros representantes salieron a buscarnos cargados de fotos y audios y boletines y diarios viejos y cartas de amor y notas para avivar nuestro recuerdo y platos de comidas y bebidas y luces y sonidos y fuego y agua y aire y tierra para avivar nuestros sentidos y nos siguen buscando y de aquí no nos hemos ido y  aquí estamos todavía cubiertos con esa sábana blanca con la que espanté al perro, enredados y sumergidos entre los pliegues eternos de ese sueño eterno.

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