jueves, 16 de febrero de 2023

Confiemos que mañana al despertar seguiremos aquí

Cuando visité el taller de Gabi Benedetti me dí cuenta que había algo en mí que necesitaba confirmar. Pasamos pocos minutos frente a sus cuadernos de dibujo. Un viaje de 4 hs de ida y 4 de vuelta de Paraná a Gualeguay por sólo media horita fue más que suficiente. Porque uno cuando piensa intensamente en algo es como que se concreta. En la radio pública de mi ciudad pasado el mediodía, hay un programa de espiritualidad donde aconsejan por un momento no hacer nada, cerrar los ojos, dejarse llevar por la respiración y absorber la energía del sol. Estoy en esa, poder vivir también de fantasías y atar cabos para volverlos a desatar. Hacer caminos para desandarlos.




Gabriel hacía cosas con plastilina y pegatinas y módulos de papel. Una obra que no terminaba nunca, o que sus límites eran difusos, porque montaba la plastilina al borde del río Paraná o en la zona del Delta en lugares inhóspitos y hasta de imposible acceso. Eran obras hechas para que solo sean vistas por el río y la intemperie, dejando que la naturaleza las impregne de rocío, de arena, de musgo, de hormigas. Montículos de masa colorida, palitos como de helado enterrados, bolistas de barro hechas con los dedos. Luego preparaba con cinta transparente tejidos entre las ramas de los árboles y dejaba que se adhieran las hojas que pasaban volando. Una telaraña del azar y del viento.

La primera vez que trabajé con Gabriel fue en una muestra en el Museo Sor Josefa de Santa Fe. En aquel entonces, además de las plastilinas, hacía unos juegos de papel como origami, reciclando y recortando revistas dominicales o de moda que pegaba en su ciudad y en cualquier lado. Tenían algo parasitario en su despliegue: siempre el mismo tamaño, siempre en disposición vertical y horizontal, siempre en expansión. Eran como los alienígenas del Gálaga, en su irremediable avance hasta cubrirlo todo.



Obras inconclusas, infinitas, sin orillas. La limitación y potencia estaban dadas por lo acotado de los recursos, y por el espacio que habitaban esos pliegues. O por el tiempo y ganas del artista, entre tarea y tarea, continuar la obra.

Aquí pienso, ¿Son obras inconclusas? En proceso? o apenas están comenzando, insinuandose? Frente a las corridas inflacionarias, donde “si te dormís sos cartera” y se nos impulsa a “tomar las riendas de nuestra propia vida”, Gabriel toma la tangente, decide volantear e irse, dejar que las cosas se resuelvan solas sin mirar por el espejo retrovisor.



Con la media luz de su taller me dispongo a ver unos 20 cuadernos desplegados sobre el tablero de trabajo, Son cuadernos pequeños y de diferentes formatos próximos al A5 o A6, algunos industriales, otros del tipo artesanal, cosidos y abrochados, con tapa blanda y dura. trabajados principalmente con microfibras, marcadores y algunos pocos con témperas o acuarelas llaman la atención que solo utiliza las primeras quince o veinte páginas. No tienen título ni portada, son situaciones cotidianas, o que uno sentiría de espacios familiares: patios, plantas macetas, interiores semi cubiertos, paisajes vistos desde ventanillas, al pasar, de reojo. Me pregunté Cuando los va a terminar? pero tal vez la cuestión pase por cuando empezará uno nuevo?
Gabriel nos propone con sus cuadernos dejar cosas para mañana, postergar. Confiar en que nos vamos a levantar mañana y las cosas seguirán ahí y que no necesitan de nuestro cuidado. Que les soltemos la mano, que crezcan solitas jueguen se multipliquen o devoren a sí mismas.






El formato libro por su condición, propone una linealidad temporal donde llegada la última página, la historia termina. Esto que podría ser angustiante, pero también liberador, Gabriel lo deja en suspenso: No es su tarea, su oficio no va en ascenso, no construye ningún clímax o está creciendo.


Estoy viendo Tár, la película de Todd Field con Cate Blanchett. Luego de una larga introducción donde un entrevistador cuenta al público de un auditorio la biografía de Lydia Tár, al momento de tomar ella la palabra, Lydia dice que lo que le llama la atención no es la extensa de su trayectoria sino lo diversa, y que vivimos un tiempo donde lo diverso en la producción propia está en crisis y que vivimos en un tiempo de especialistas. Qué pasa con estas afirmaciones en la práctica artística de esta periferia de periferias, provincia del litoral argentino?



Me descargué las edición de las obras completas de Juan L Ortiz en PDF. Busqué la cantidad de veces que aparece la palabra Gualeguay. Doscientas cuarentayocho me dice la lupita después del Ctrl+F. Inmediatamente después cierro el archivo. No tiene sentido, porque Gabriel nunca me lo mencionó a Juan L, salvo una vez que aparecieron unos dibujos de su supuesta autoría y dudosa procedencia. Entonces cómo puedo insertar, o desde qué lugar forzar, un discurso que en la obra no hay? a quién le sirve? No estaría yo haciendo lo que preocupa a Lydia, el tiempo de los especialistas, así sea como en mi caso, del cualquierismo? en fin. ¿Qué nos diría Gabriel? “que lo resuelvan los demás”. Siempre hay trampa, ya sea por izquierda o por derecha.

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